Este finde estuve hablando con un cirujano sobre la sensación agridulce que le proporcionaba su flamante coche eléctrico. Todo bien, todo correcto y muy contento excepto cuando iba de Barcelona a Puigcerdà a pasar el finde (unos 160 Km). Una vez en destino evitaba tocar el coche porque allí era un problema recargar y prefería guardarse la carga residual para volver (no tiene plaza de parking). No quise meter el dedo en la llaga diciéndole
«espera a que llegue el invierno y pongas la calefacción» porque sé que dispone de otro medio de transporte más convencional...
Y al salir, casi como contrapunto, me encontré con esto haciendo turismo por el prepirineo:
En perfecto estado de conservación, lo que fue el coche de la progresía proletaria de antaño seguía llevando de viaje a dos adultos y a dos niños cumpliendo con la normativa sobre sistemas de retención infantil... aunque seguro no tiene isofix y cinturones traseros no me pareció verlos, pero todo es posible...
Toda una cucada que con sus dos cilindros por aire y sus 6 l/100Km de gasolina en Barcelona no la quieren ni ver. Suerte que le quedan los campos y los montes...
Saludos